En un cuarto oscuro, 50 fragmentos no expuestos de material fílmico se colocaron en una superficie sobre la que se proyectó un fotograma de La salida de la fábrica Lumière en Lyon para crear un nuevo tipo de película.
París, verano de 1960. El antropólogo y cineasta Jean Rouch y el sociólogo y crítico de cine Edgar Morin deambulan por las calles abarrotadas preguntando a los transeúntes cómo afrontan las desgracias de la vida.
Usando una carta de Siberia como plataforma de lanzamiento, la película arranca quijotescamente en varias direcciones diferentes. Por lo tanto, es difícil de catalogar la película: primero un documental se convierte en un viaje y, a continuación, en un dibujo animado, y después, un camino filosófico, ¿y a continuación?
En su primera película documental, Klein mezcla imágenes nocturnas de Manhattan para componer una abstracción de marquesinas y carteles de neón. Concebida en un principio como un ready made, logró musicalizarla y posproducirla gracias a Chris Marker y Alain Resnais.
Doce años después de la Liberación y del descubrimiento de los campos de concentración nazis, Alain Resnais entra en el desierto y siniestro campo de Auschwitz. Lentos travellings en color sobre la arquitectura despoblada, donde la hierba crece de nuevo, alternan con imágenes de archivo (en blanco y negro, rodadas en 1944) que reconstruyen la inimaginable tragedia que sufrieron los prisioneros así como las causas y las consecuencias de esa tragedia: desde el advenimiento del nazismo y la deportación de los judíos hasta el juicio de Nuremberg.
Esta asombrosa obra del sultán Joseph P. Mawra tira la casa por la ventana para dibujar una imagen de la “difícil situación” de las lesbianas en 1965. No sólo es una película, es también un sorprendente “documental accidental” que nos sitúa en el Greenwich Village de mitad de los años 60.
En los barrios urbanos de Bogotá, los trabajadores de alfarería son explotados inhumanamente por los empresarios. Las conexiones entre avances tecnológicos, relaciones laborales y el marco ideológico de esta comunidad revelan problemas profundos que perpetúan su lucha diaria y su injusta condición.
Entre 1972 y 1975, campesinos y trabajadores se enfrentaron al auge de las plantaciones de café y a las exigencias de los arrendatarios. Su lucha evidencia el significado cultural y político de la tierra, contrastando las perspectivas indígenas con la dinámica de poder de la clase dominante.
Un matrimonio de vulcanólogos, Katia y Maurice Krafft, falleció en la erupción del monte Unzen en 1991, dejándonos 200 horas de grabaciones. Este material se transforma en un homenaje visualmente impresionante, donde las imágenes volcánicas hablan por sí solas.